lunes, 30 de marzo de 2015

Dinero-tiempo y edad: la ecuación imposible para buscar un bebé


Mucha gente ha alucinado con la noticia de que yo (particularmente, yo, porque de otras mamis de mi edad, dependiendo de otras circunstancias o de otros tipos de carácter, no tanto) vaya a ser mamá. No les culpo. Hasta hace no muchos años no entraba en mis planes. Ser madre simplemente no me quitaba el sueño, no era que quisiera ni que no quisiera, es que ni lo pensaba. Estaba tan liada estudiando un título detrás de otro, viajando, saliendo de fiesta, y tan centrada en mí misma que eso de la maternidad me parecía a todas luces un obstáculo más que una posibilidad, supongo que cosas de la edad, no es que fuera nada extraño. Sin embargo nos hacemos mayores y efectivamente, cambiamos. Cambia, todo cambia, que dice Mercedes Sosa en una preciosa canción: “así como todo cambia, que yo cambie no es extraño”. Así cambió también mi manera de entender el trabajo y la realización personal, hasta que comprendí que quiero trabajar para vivir y no al revés, y que me apetecía ser madre joven si tenía la oportunidad, y a ser posible sin renunciar a mis planes formativos y laborales. Nunca me planteé estar forrada como condición indispensable para ninguna de estas cuestiones y en esa línea las cosas no me han ido mal.

El caso es que a la luz de mi futura maternidad me estoy dando cuenta de detalles sobre qué opinión tenía le gente sobre mí. Debía ser algo así como una eterna estudiante nada convencional en lo que a socialización esperable se refiere. Conmigo no pegaba mucho el esquema “coche-boda-piso-bebé”. Y si me paro a pensar sigue sin pegar mucho porque me faltan muchas de las cosas que en terminos generales se consideran deseables antes de tener un bebito. Por ejemplo, sigo estudiando y no tengo trabajo (afortunadamente nuestro bebé es cosa de dos y mi pareja sí que curra, si no habría sido demasiada la improvisación).




Lo de no tener trabajo en este país no es algo muy novedoso. Si además tienes una licenciatura y un máster de dos años en ciencias sociales como es mi caso (siete años en total de estudios universitarios), lo normal es que estés en paro o en el extranjero. Yo ya estuve en el extranjero y volví por amor. Después de dos años viviendo con mi pareja, que dejó una cómoda vida para encontrarse conmigo en Madrid, supongo que teníamos la típica pinta de pareja despreocupada, feliz de la vida, que sale mucho, viaja, se lo pasa en grande, y no piensa en cosas como casarse o hipotecarse. De hecho en eso seguimos sin pensar, pero lo del bebito siempre fue una asignatura pendiente porque mi chico tiene y ha tenido siempre un profundo instinto paternal que nuestros dos gatos no conseguían catalizar del todo. Y yo, para que negarlo, lo empecé a criar, llegando a mis 27 primaveras con unas ganas locas de vivir la experiencia de la maternidad. Con un solo sueldo, con un doctorado recién iniciado, con una casa minúscula y viejecita (que conste que adoro), dijimos, “pues ahora”. Y ahora se convirtió en ya, y aquí estamos, de diecisiete semanas que se cumplen hoy mismo. 

Sé que tardaré algunos años en volver a trabajar, pero el momento me seguía pareciendo bueno. Tengo tres años por delante en los que estaré dedicada a mi hija y a mi tesis doctoral (en ese orden de prioridades), y creo que lo compatibilizaré como tantas mujeres compatibilizan el trabajo y la maternidad, o sea: a duras penas, pero lo haré. Sé que no tendré pasta a expuertas, que tendré que hacer cuentas y recortar algunos gastos chorras, pero lo haré con gusto porque estoy segura de que nada de lo importante va a faltarle a nadie de esta pequeña familia, en especial a la chiquitina, que va a tener lo que yo creo que es más importante: a su madre y a su padre con ella. Sin grandes excesos materiales, pero presentes. Creo que es mucho mejor tener la oportunidad de criar a mi peque yo misma, sin guarderías ni canguros, a pesar de hacerlo más ajustada de presupuesto, que tener un curro mediocre que solo me permita ver a mi niña dormida. Probablemente una buena oportunidad laboral cambiase esta perspectiva porque al fin y al cabo, pienso trabajar algún día y me quedan muchas cosas por hacer. No me importa reconocer que ser madre no es todo lo que quiero hacer en la vida, pero mis prioridades de momento pasan por ofrecerle mi tiempo a mi hija., no le privaría de ello por cualquier curro cutre, lo tengo claro. 

También estoy convencida de que soy una privilegiada, porque aún sin trabajo, puedo decir que lo tengo todo. Tengo un techo (lo cual te convierte en una persona millonaria en comparación a la mayoría de la población mundial), un hombre bueno y trabajador a mi lado que apoya y entiende los tiempos y el desarrollo de mi carrera y me da la oportunidad de no renunciar a nada, y una familia maravillosa que desde la distancia nos apoya todo lo que puede y algo más, y que después de la gran sorpresa, han sido felices con nuestra decisión de ser padres. Además, voy a tener una oportunidad única y difícil para muchas mujeres españolas en los tiempos que corren: voy a criar a mi hija yo misma, sin guarderías, sin canguros, muchas veces sin abuelas (esto último porque no será posible, aunque conste que me encantan las abuelas). Todas las mañanas cuando se despierte estaré con ella, podré leerle su cuento de buenas noches todos los días, cuando se caiga seré yo quien la consuele y no una cuidadora, cuando necesite algo sabrá que me lo puede pedir a mí porque estaré justo a su lado, cuando se ría por primera vez no me lo contará nadie porque probablemente lo vea con mis propios ojos, al igual que cuando hable, gatee o camine. Y con su padre, gracias a un horario laboral bastante decente, pasará parecido, porque las tardes pueden ser también  de él.  Así serán nuestros primeros años. Para mí que pinta fenomenal.

Aunque seguro que algún día acabamos así... XD

Lo más sorprendente es que muchas veces se me considera joven para esta aventura. He llegado a la conclusión de que ya casi no distinguimos entre la edad física (según la cual, los 27 años con los que cuento son una edad muy apropiada desde el punto de vista biológico para la maternidad) y la edad "social", según la cual, se esperan determinadas cosas de nosotros según los años que tengamos. Esto bien es cierto que no es matemético, pero es lo que lleva a muchos a pensar que antes de los treinta es pronto para tener hijos, porque "hay que vivir la vida" (como si se acabase después del parto), porque "hay que viajar" (como si no tuviésemos aún toda la vida por delante), porque "hay que estudiar (y si nos descuidamos, no haremos otra cosa en la vida que estudiar y trabajar para producir). Sin embargo pocos se sorprenden cuando una mujer tiene su primer hijo más cerca de los cuarenta que de los veinte, y se trata de una decisión que es tan respetable como cualquier otra, pero que entraña más riesgos físicos de cara la embarazo.

Creo que tengo lo más importante para ser madre: las ganas, la estabilidad, la salud, la compañía perfecta y la felicidad.  Llegados a este punto, el hecho de tener que tirar más justos de pasta me parece una mera anécdota, como me lo parecen mi 27 años. Mis padres hicieron mil cuentas para sacar a su familia adelante y para tener lo que tienen ahora, mis abuelos ni te cuento, directamente pasaron penurias y calamidades y lo superaron todo. Y yo, que he vivido tiempos privilegiados de abundancia material absoluta, no me creo con derecho a quejarme por el hecho de tener que luchar por lo que quiero ahora que se han terminado las “vacas gordas” para tanta gente. Todas las generaciones han pasado sus dificultades, y estas son las nuestras, sin más. Hay que ir a por ellas y superarlas sin dejar de vivir la vida. Mucha gente que conozco querría ser madre o padre y no dan el paso porque aún no tienen el trabajo de sus sueños o porque no tienen un piso en propiedad. Si esperamos a tenerlo todo, nunca daremos los pasos más importantes, los que nos harán realmente felices. Y con esto no quiero decir que no haga falta cierta estabilidad para criar un hijo, que desde luego, pero no podemos esperar a que todo sea perfecto. Esta ha sido nuestra filosofía, no sé si será la más acertada pero desde luego nos ha llevado a tomar la decisión que más felicidad nos ha dado hasta el momento.


No se puede tener todo en la vida, pero sí se puede luchar por todos los sueños que se tengan ;)

Mami Babú

lunes, 23 de marzo de 2015

Epidural, ¿sí o no?



Aquí vamos con un dilema de los grandes: ¿me pongo o no me pongo la epidural? Máxime siendo primeriza, cuando no sabes a lo que te enfrentarás en términos de dolor en el día del parto, el dilema te asalta cada dos por tres. A mí desde luego. 

Confieso que en principio me gustaría ser capaz de pasar sin ella, pero las dudas siempre están ahí. Cada mujer es un mundo y aunque entiendo que es un método seguro y que los profesionales que se encargan están muy preparados para que todo salga perfectamente, hay una parte de mí que querría vivir ese parto más natural, más “animal” por así decirlo, esa experiencia en bruto y sin paliativos. Claro que es muy fácil decirlo ahora que no tengo ni idea de lo que es una contracción. El día del parto, ¿qué pasará?

Imagen: Babymoon

En parte me animan ejemplos cercanos que tengo: mi cuñada ha tenido recientemente a mis dos sobrinos, con poco más de un año de diferencia, y lo ha hecho en ambos casos sin epidural. En uno de los partos le pusieron oxitocina, que te agrava el dolor de las contracciones haciéndolas más fuertes, y aun así ella no solo lo consiguió, sino que lo recomienda. Su recuperación de ambos partos fue espectacularmente rápida. Un caso de éxito sin anestesia. 

Tampoco quiero ser drástica, conozco casos de éxito con epidural, por supuesto, y a grandes fans de este tipo de anestesia que aseguran que les ha ayudado a disfrutar de su parto y que te cuentan que sufrir es absurdo si puedes evitarlo. En parte comprendo sus argumentos, pero me quedan tantas dudas… Según he leído la epidural puede (o no) ralentizar el proceso de expulsivo, en algunos casos incluso detener las contracciones haciendo con ello necesaria la oxitocina. Es un riesgo que me parece digno de tener en cuenta porque una vez llegado casi al final, puede que salga más a cuenta terminar antes y terminar de una vez. A su vez, genera un parto medicalizado a tope desde el principio, y aumenta el riesgo de tener que instrumentalizar el proceso con el uso de fórceps o episiotomía. Mi parto “ideal” sería lo más lejos posible de ese tipo de material e intervenciones, y si puedo hacer algo por disminuir las posibilidades de parto medicalizado, preferiría hacerlo. 

También creo que en parte es bueno ir mentalizada de que la epidural se podrá poner o no. Veo, leo y escucho a muchas mujeres convencidas de que se la pondrán, pero no parecen tener en cuenta que no siempre se puede y que hay factores que condicionan en que finalmente tengas que parir sin ella, por ejemplo si llegas demasiado dilatada al hospital. Creo que si yo llegara tan convencida de que quiero esa analgesia y me encontrara in situ con que no puedo ponérmela, la frustración y el miedo serían contraproducentes y peores que si simplemente te haces a la idea de que no puedes predecir cómo será tu parto, y que lo mejor es no llevar demasiadas ideas preconcebidas. 

Sobre este tema me ha resultado muy interesante este artículo de Ser Padres, firmado por la matrona Sonia Moreno Merino, del Hospital Clínico de Valencia. También Bebes y más ha sintentizado muy bien ventajas y desventajas de este tipo de anestesia y su artículo es un buen punto de partida para ahondar en las consecuencias buenas y no tan buenas que nos puedan llamar la atención. 

Mi idea particular hasta el momento es firmar el consentimiento de la epidural por si acaso, pero aun así evitarla si puedo. Aparte de que no me mola un pelo lo de que me pinchen en la columna, catéteres y todas esas movidas, soy médicamente miedica y no temo reconocerlo,  y además no tolero mal el dolor (el dolor que conozco) así que creo que podría merecer la pena. Las historias de parto sin epidural que he leído y conocido coinciden en general en que merece la pena, y he leído partos más complicados con la anestesia que sin ella, claro que cada mujer y cada caso es un mundo, y estoy muy lejos de conocer todos los casos. No obstante, me quedan cinco meses para pensármelo, y mucho que leer, muchas historias que conocer, y mucho que documentarme en mi osadía casi enfermiza de empaparme de todo lo habido y por haber que rodee a la experiencia del parto. Puede que mi opinión sobre la epidural aún cambie y evolucione. Mientras tanto, cualquier opinión o consejo son bienvenidos. 


 Mami Babú

viernes, 20 de marzo de 2015

Mi experiencia con la libre elección hospitalaria en Madrid

Hoy voy a comentaros las posibilidades de cambio de hospital para llevar el parto y el embarazo en Madrid. Todo ello basado en mi experiencia propia y en mis motivos. No me consta si en otras comunidades se puede ejercer este derecho, o si en algunas si o en otras no, pero espero que por lo menos saber que en Madrid se hace os anime a informaros de las posibilidades que tenéis en vuestras zonas. Si os apetece comentarlo, ampliamos la información entre todas :)

Os cuento mi caso. Yo antes de quedarme embarazada ya había mirado y remirado las posibilidades que ofrece la comunidad de Madrid (sobretodo Madrid capital) para llevar un embarazo y un parto. La diferencia de un hospital a otro puede ser sustancial en materia de partos, puesto que los protocolos pueden ser muy diferente y dependiendo del parto que quieras tener, te convendrá un centro u otro. Esto especialmente en lo referido al parto, porque en el seguimiento del embarazo no hay grandes diferencias, las pruebas son protocolarias según el tipo de embarazo que se te adjudique según su riesgo, y esto es más estandarizado.

Después de informarme bastante, supe que mi hospital de referencia no me servía. Yo estoy adscrita al Hospital Clínico San Carlos por la zona en la que vivo, pero sus protocolos en parto no me convencen nada. El parto que practican en demasiado intervencionista para mi gusta, tienen una tasa de cesáreas y episiotomías que personalmente me parece escandalosa. Sin embargo este no es el tema de debate hoy, y vaya por delante que no pretendo menospreciar este hospital, simplemente se trata de que yo soy una persona que no concibe el parto como una enfermedad que haya que acelerar o intervenir casi sistemáticamente. Entiendo que haya mujeres a las que la medicalización les genere tranquilidad, pero es mi caso pasa todo lo contrario. Antes de elegir hospital, recomiendo, además de un paseo por google y por foros donde otras mujeres comparten sus experiencias de parto en cada sitio, una visita o una llamada al hospital de turno siempre que sea posible.


Ilustración de William Medeiros. Extraída de El Parto es Nuestro

A mí mi paseo por internet me sirvió para darme cuenta de que apenas hay información actualizada de los protocolos de parto en el Clínico, y que la desactualizada no es muy motivadora para mí. Sin embargo encontré muchas y buenas referencias de tres hospitales:  el Doce de Octubre, el Rey Juan Carlos, y el de Torrejón. El Rey Juan Carlos no me pilla lejos, pero está descartado por que es de gestión privada, y no me voy a ir a parir a un hospital semi-privado después de haber estado participando en las mareas blancas, no era la decisión más coherente. Como defensora a ultranza de la sanidad pública, me veía obligada a elegir un hospital 100x100 público. Me habría ido de cabeza al de Torrejón, porque es el único hospital de la Comunidad de Madrid que da la posibilidad de parir en el agua, que me resulta muy atractivo, pero me pilla lejos y la sensación de tener el hospital a pocos minutos en coche me resulta más tranquilizadora que la piscina en sí. Además estaba el Doce de Octubre, un hospital referente nacional en materia de maternidad y neonatología. Considerado "amigo de los niños" y con un protocolo de parto respetado para gestantes de bajo riesgo (como es mi caso). Uno de los pocos hospitales con UCI neonatal y banco de leche, con buenos medios y en general buenas experiencias por parte de las usuarias (lo cual no quiere decir que no me haya encontrado con alguna mala crítica, supongo que luego está el factor suerte, los profesionales que te encuentres y el día en que les pilles). 

La libre elección hospitalaria se puede ejercer en cualquier momento. Puedes estar yendo a los especialistas de tu hospital de referencia (para ecografías, obstetricia y demás) y pedir el cambio cerca de la fecha de parto. Puedes incluso no hacer nada y cuando te pongas de parto, ir directamente al hospital que te de la gana, tienen que atenderte si vas de urgencias pero esta opción es arriesgada porque si no estás suficientemente dilatada te van a mandar a casa y a tu hospital. La solicitud de solo el parto no se cómo se hace, porque yo he hecho el cambio temprano. Pregunté a la matrona de mi centro de salud, que por supuesto no sabía nada (qué sorpresa ¬¬). En este caso las administrativas estaban más enterados que ella, lo cual no es difícil, y fue en ventanilla donde me explicaron que pidiera el cambio directamente cuando me llamaran por teléfono para darme la cita para el tocólogo, de esta manera te dan directamente el tocólogo dependiente del Doce de Octubre y todo el expediente y la gestión del embarazo se lleva directamente en el hospital que quieres, sin ningún papeleo ni gestión extra. Tened en cuenta que en el caso de Madrid vas al hospital a hacerte pruebas tipo ecografías, amniocentesis y cosas así, el resto de consultas las tienes en el centro de especialidades, que también puedes elegirlo. Yo escogí el que me caía más cerca y aunque sigue estando más lejos que el del Clínico, me da tranquilidad saber que ya está todo arreglado y yo vinculada al Doce de Octubre durante todo el embarazo. Pienso que yo me agobiaría más si tuviera que estar pensando en mover papeles a última hora, porque para solicitar solo el parto tienes que pedirlo en el hospital en cuestión, y te lo tienen que aprobar, que tengo entendido que no suele haber problema pero ya depende del número de parturientes que haya por la época y de otras cuestiones que desconozco. Eso por supuesto, es una decisión personal. En general ejercer la libre elección es fácil y buenos profesionales los hay en todas partes. 

En este enlace encontráis información directa que os puede ser más útil que mi propia experiencia:

http://www.madrid.org/cs/Satellite?cid=1142635337270&language=es&pagename=PortalSalud%2FPage%2FPTSA_servicioPrincipal&vest=1142635337270  




Respecto a mi recibimiento en el Doce de Ostubre y sus centros asociados, ha sido estupenda y por el momento no puedo por menos que recomendarlo. Me citaron tarde para mi primera visita a tocología, pero entiendo que eso es más un asunto burocrático y no culpa de los profesionales, que por su parte me han tratado fenomenal. Me han visto dos ginecólogas a cada cual más maja. De la primera consulta salí con dos cuadernillos llenos de información sobre el protocolo de parto respetado y sobre la lactancia (es un hospital muy pro lactancia prolongada), y con las próximas citas cerradas para esa misma semana, con rapidez y eficiencia. Además, siempre que voy a tocología me enseñan al peque en el ecógrafo. En el hospital me he hecho de momento una eco y me han atendido muy bien. Además fui a la secretaría de matronas solo a preguntar si sería posible acudir a las clases de preparación al parto en el hospital directamente (ya que con el cariño que le tengo a la matrona de mi centro de salud, las perspectivas de sus clases me resultan tan motivadoras como saltar de un quinto), y la respuesta fueron todo facilidades: me dieron el programa de las clases, que me pareció muy interesante, una cartilla para apuntar mis citas, me apuntaron para llamarme cuando mi embarazo fuera más avanzado, y estuvimos un rato hablando de las sesiones a las que era más interesante que acudiese el papá. Además me preguntó qué idea tenía yo del parto y de la lactancia, muy en la línea que ellas mismas defendían, así que seguramente me vaya para allá. La única pega es que las clases son solo por la mañana y mi pareja no podría venir, por eso me lo estoy pensando. La matrona de mi centro las ofrece también por la tarde así que no se que hacer, pero aún tengo algo de tiempo para pensármelo bien. Otro punto a favor del Doce de Octubre es que realizan todos los jueves por la tarde ( y otros días por la mañana, pero a mí el horario de tarde es el que me triunfa para que pueda venir el papá conmigo) una visita guiada a las instalaciones de maternidad. Así puedes ver por donde ingresas, las salas de dilatación y los medios de que disponen, el paritorio con su silla de diferentes posturas (puedes elegir en qué posición parir sin estar limitada a tumbarte en un potro obstétrico, que personalmente y aplicado a los partos, me parece el invento más infernal del mundo), las habitaciones, te explican las posibilidades de analgesia y demás. Me parece que esta visita será tranquilizadora, así no vas de nuevas y te familiarizas un poco con el entorno antes del día P. Aquí os dejo un aperitivo, cuando haga la mía la contaré más en profundidad.




Esto es, en definitiva, lo que ha sido mi experiencia con la libre elección hospitalaria, que me ha parecido un trámite fácil y positivo. Mi recomendación es que os informéis del tipo de parto que se ofrece en el sitio que os corresponde y si no os cuadra, cambiéis. Asociaciones como El Parto es Nuestro tienen mucha información útil sobre el parto en diferentes hospitales tanto públicos como privados. Lo importante es tener claro lo que queremos y, aunque no es bueno ir con una idea demasiado predeterminada o cerrada de lo que será nuestro parto, porque siempre hay un margen de error en cosas que no podremos prever, si es bueno ir a un sitio que esté en sintonía con nuestra filosofía de la maternidad y del acto de parir, y que nos de tranquilidad y no miedo. Con eso, ya tenemos mucho ganado. 


Mami Babú

 


martes, 17 de marzo de 2015

Primera ecografía, cribado, y una semana de médico en médico



Todo va fenomenal en mi embarazo. Después de todo lo que me hicieron la semana pasada (que no fue más que lo normal, pero hiper-concentrado en unos pocos días) puedo decir que he quedado muy tranquila y muy feliz. Ya había comentado en algún post anterior que me han citado para el tocólogo ya casi en la semana 14 de mi embarazo. La enfermera que me recibió allí comentó que no sabía por qué a las embarazadas que ejercemos la libre elección y cambiamos de centro hospitalario para llevar nuestro embarazo en Madrid nos citan tan tarde. De hecho, al estar casi terminando mi primer trimestre, aún había cosas pendientes y entraron las prisas. 

Lo primero que me pasó es que yo acudí el lunes pasado un tanto confusa a la consulta de tocología. Yo, primeriza perdida de la vida, pensaba que me iban a hacer la eco de las 12 semanas allí mismo, también porque como ya casi estaba de 14, no creía que pudiese ser para otra cosa. Pues no, el tocólogo, queridas primerizas, te deriva a las ecografías, que en mi caso me han hecho en el hospital. El tocólogo te recibe en el centro de especialidades (así se llaman al menos en Madrid), y de ahí te deriva a ecografías que te hacen en el hospital del que dependa ese centro (en mi caso, el Doce de Octubre). Yo salí de la consulta de tocología con tanto papel nuevo, tantas instrucciones y tantas citas pendientes para ya mismo, que me sentí totalmente perdida. Para gestionar un poco todo este exceso de información siempre es una genial ayuda ir acompañada a estas citas, porque un cerebro hace lo que puede, y dos pueden un poco más, de lo que no se entera uno, quizás se haya pispado el otro... Entre mi pareja y yo reconstruimos la situación y resultó que más o menos sí que nos habíamos enterado.

Llegué a la consulta de tocología y la ginecóloga (muy agradable, por cierto), me hizo unas cuantas preguntas, revisó los informes que llevaba, análisis de sangre y de orina, y me hizo una mini-ecografía. Allí tienen un ecógrafo que nada tiene que ver con los que te encuentras en el hospital, en el centro de especialidades son mucho más “de andar por casa”, pero a mí me pareció el mejor del mundo, porque en él pude ver por primera vez a mi bichito. Se le veía muy bien, estaba sentadito y se le distinguía incluso los huesecillos que estaban formando su columna, como una línea de puntos. Fue muy emocionante, aunque breve. Mi pareja estuvo conmigo y pudimos verle los dos. Esta mini-eco es la que tendrían que haberme hecho mucho antes para confirmar el número de fetos y la correcta implantación. Como a mí me citaron tan tarde, lo mío estaba ya avanzadísimo y se le vio a la primera y estupendamente. 



Pero claro, había que hacer la ecografía seria, la “de verdad”, la ginecóloga me dijo que me llamarían rápido porque me la había solicitado como preferente. En efecto, el martes por la mañana me citaron para el jueves. Antes de ir a la primera ecografía tienes que haberte hecho un análisis de sangre que llaman cribado o triple screening, es importante que los resultados de este análisis ya estén cuando vayas a la eco, porque es cruzando los datos de las dos pruebas como te dicen el índice de riesgo de que tu bebito tenga síndrome de down. Yo fui a la ginecóloga el lunes, el martes me sacaron sangre y el jueves cuando fui a la ecografía los resultados ya estaban. Esto lo destaco como reconocimiento al sistema público de salud, que muchas veces se piensa que es lento e ineficaz, y para nada.

Total, que en el Doce de Octubre solo hacen ecografías por la mañana, mi pareja trabaja, y don dos días de margen lo de pedir un día estaba muy chungo. Llamé a mis padres por si querían darse una vuelta por Madrid pero tenían el mismo problema con los trabajos, así que finalmente enganché a mi suegra (enganchar suena mal, pero vino encantada desde Extremadura a ver a su nietín o nietina). El jueves nos fuimos las dos al Doce. Allí hay cinco ecógrafos y te van llamando por megafonía. Lo suyo es que pases antes por la secretaría, que está frente a la puerta, porque aunque estés en la lista, a las que van pasando las llaman antes. Había un buen retraso en todos los ecógrafos (hay cinco) así que hubo que echarle paciencia, es probable que te pegues allí buena parte de la mañana. Aun así, mereció mucho la pena. Cuando por fin pasas, el médico te hace una serie de preguntas (básicamente, las mismas que te viene haciendo la ginecóloga) y te tumbas en la camilla para que te hagan la tan esperada eco. El primer rato el hombre dijo “vamos a ver que todo está bien” y no me enseñó la pantalla. Supongo que porque si hay algún problema muy visible la madre no se asuste, no sé. El caso es que la que más vio a mi peque fue mi suegra. A mí me lo enseñó al final un ratito (que de nuevo me supo a poco, pero lo disfruté mucho), y puso el latido del corazón unos segundos. Me emocioné un poquito y eché mucho de menos al papá en ese momento, aunque iba en muy buena compañía, pero es un momento que siempre que se pueda debería compartirse con la pareja. 




Ya me pude ir a casa con las fotos de mi chiqui en la mano. Como estaba de 14 semanas, el médico se aventuró a decirme que tiene pinta de ir a ser una nena, pero que eso me lo confirmarían en la ecografía morfológica de la semana 20, que me han dado para el 20 de abril, así que no tendré que esperar demasiado entre ecos, ventajas de empezar tarde. Yo tan ilusionada con la posibilidad de que sea niña, pero lo que de verdad me quitó un peso de encima fue cuando el médico me dijo que las posibilidades de que mi bebé tuviera síndrome de down eran escasas. Ahí respiré. No era una posibilidad que me obsesionara, pero reconozco que cuando te lo dicen, el alivio es grande. 

El lunes siguiente (ayer) tuve otra cita con la ginecóloga en el centro de especialidades para volver a tomarme la tensión, pesarme y ver otro poquito a mi peque (en una semana le he visto tres veces). Esta vez se le vio fenomenal el corazoncito, como latía. Como estas citas con por la tarde aquí si estaba el papá, y fue una alegría poder verla otro ratito. Me corroboraron que todo iba bien, que los datos del cribado y de la eco eran positivos, y me recomendaron vitaminas con yodo porque tengo un poco alta la tiroides, así que aunque empecé con Folidoce, ahora tomo Yodocefol, que tiene ácido fólico como la primera, pero además yodo y b12. 

En definitiva, estoy feliz de la vida, porque aunque me he pasado una semana de médico a médico, todo han sido buenas noticias. Ahora ya nos referimos al bebé como niña, aunque todavía podría darse el caso de que resultara niño, pero digo yo, a todas las chicas hubo un día en que, durante el embarazo de nuestras madres, se referían a nosotras como niños por la imposibilidad de saber qué seriamos realmente. Y no nos ha pasado nada por ello. Si luego la beba “decide” cambiar de sexo y en la semana 20 me aparece un niño, pues será igual de bienvenido y de querido.



Próximamente contaré algo sobre el proceso de libre elección hospitalaria en Madrid y sobre por qué escogí el Doce de Octubre como hospital para llevar mi embarazo y parto. Creo que merece la pena porque el cambio me está saliendo fenomenal y es un hospital donde estoy encontrando lo que buscaba. Incluso puedo ir a sus clases de preparación al parto y pasar de las de la matrona de mi centro de salud, que no me hace mucha gracia por seca y pasota.  Así que por si a alguien le viene bien, lo cuento en el próximo capítulo de “primeriza perdida de la vida”. 


Besotes :)

viernes, 13 de marzo de 2015

El primer grito: la realidad del parto alrededor del mundo


Este documental no va a dejar indiferente a nadie, pero en especial a ninguna mujer madre o embarazada. Independientemente de cual sea tu idea de un “nacimiento ideal”, en más de una de las historias relatadas en esta película te quedas con los ojos como platos, si eres muy sensible, alguna lagrima está asegurada, y desde luego es un documental muy apropiado para este ejercicio tan sano que es abrir la mente y ver más allá de nuestro ombligo (occidental). 

El Primer Grito expone diversas formas de traer una nueva vida al mundo: algunas impuestas, otras escogidas, algunas reflejo de la desigualdad de género y de una sociedad llena de carencias, otras parecen perfectas pero no tienen por qué serlo.  Podremos asistir a partos de todo tipo


Parto en París: medicalización en el “primer mundo”

El parto de una mujer en París es, probablemente, el que de todos los que aparecen en la película, más se ajustaba a mi idea de lo que es “normal” en un parto en un país occidental. Hospital, medicalización, médicos orquestando la función, etcétera. Es una estampa a la que las mujeres de los países desarrollados estamos más o menos habituadas, aunque también es verdad que cada vez surgen más voces discordantes con este modo de gestionar un proceso fisiológico como es el parto, que al final parece más una enfermedad que un estadio para el que el cuerpo de cualquier mujer sana está preparado. 


Parto en casa

Otra chica occidental decide tener a su bebé en casa. Esta historia la podríamos asociar (tirando de tópico) con los típicos hippies naturistas, pero nada más lejos. En muchos países europeos como por ejemplo Holanda,  esta práctica en embarazos de bajo riesgo está muy generalizada. Claro que se suele recurrir a una partera y no es todo tan “en comunidad” como aparece en la historia del documental. A mí personalmente, la forma de plantear el parto en casa en este documental me ha dejado con sentimientos encontrados: me gusta la idea de estar en tu ambiente, lejos de instrumentos quirúrgicos y batas blancas, que yo como tanta gente, asocio a la enfermedad. Sin embargo las complicaciones ocurren y bueno, quizás un término medio entre la medicalización extrema de la madre entubada hasta las cejas, y la apuesta alta de una madre sin ayuda especialista de ningún tipo, sería una buena opción. 


Japón: ¿casas o clínicas?

La mujer que tiene a su bebé en Japón lo hace en lo que parece ser una casa, pero es una clínica, o una maternidad. Nada de aspecto de hospital, y un parto totalmente respetado y en compañía de su marido y su hija mayor. Este caso me ha gustado, es diferente a lo que sueles pensar de un parto y así abres los ojos a otras realidades para las madres en las diferentes partes del mundo. Entiendo que en esa casa tenían asistencia especializada, y eso me parece importante. No es que crea que necesito cerca un cirujano (si mi embarazo y mi parto no presentan complicaciones), pero desde luego una matrona o su homólogo internacional, que no me falten. Por algo dirá la OMS que es el personal sanitario más adecuado para asistir un parto. ¿Qué pasa si falla algo en estas casas-clínica? Esa es la duda que me queda.


Cesárea en Siberia

Personalmente, creo que la cesárea es de las peores cosas que te pueden pasar a la hora de tener un hijo. Con esto no digo que no sea buena, que ha salvado vidas y que es un recurso. Pero me parece que debe ser siempre la última opción. Es una cirugía abdominal mayor, y hay hospitales y clínicas que las hacen como si de sacar una muela se tratase. No lo entiendo. La mujer cuyo parto termina en cesárea en este documental, me parte el corazón. Me da que pensar también sobre las famosas que se someten a “cesáreas programadas”, y que son tan guays que eligen el día que nace su hijo y salen del quirófano sin rastro de barriga. Qué pena me dan. Para mí son el vivo reflejo de lo loco que está el mundo “moderno”, en el que hemos dejado que el dinero termine con todo. En fin, en ese caso allá ellas, y ante todo respeto ante la forma de vivir el nacimiento de un hijo que cada una elija, no es que crea que son peores madres por ello. Pero a la chica de Siberia no parecía hacerle demasiada gracia. Afortunadamente estas intervenciones suelen acabar bien, lo que yo me pregunto es cuántas de las que se realizan estarán plenamente justificadas. 


La desgracia de tener una niña

En la India, tener una hija es el peor resultado posible de un embarazo. En El primer Grito nos acercan a un parto en este exótico país, de una familia sin medios, y que encima termina en niña. La cara inicial de decepción de la madre es un poema, ya que una hija supone que, si quieres casarla y hacer cierto ”negocio” con ella, tienes que procurarle una dote muy cara para una familia en sus paupérrimas circunstancias. Una barbaridad a todas luces, pero que sigue pasando a día de hoy. Una historia que quizás nos pueda recordar por un momento que, pese a todo, las nacidas en este lado del mundo somos mujeres bastante afortunadas, aunque en todos los países y en todos los ámbitos todavía hay muchas cosas que mejorar, siempre hay un lado que se lleva la parte más dura de la desigualdad de género. 


Sobre la arena

Otra de las historias que nos relata El Primer Grito es la de una mujer tuareg. Otro caso de desigualdad flagrante envuelto de pobreza. La peor de las historias. Las mujeres tuareg tienen que irse a parir al desierto, puesto que las tiendas de los campamentos están reservadas para los hombres. Escandaloso desde el punto de vista cultural, una realidad que me era totalmente desconocida y se me ha clavado. Mientras las mamás modernas y occidentales debatimos sobre si queremos o no epidural, otras mujeres no tienen siquiera una toalla limpia con que envolver a su recién nacido. Da que pensar. 


El parto con delfines

No había oído hablar de esta práctica, ni por supuesto tengo la posibilidad ni de plantearme que mi parto sea así. A priori parece todo muy bucólico y muy bonito pero me surgen dudas y no me queda muy claro la ventaja de la presencia de los delfines en sí misma. Claro que el documental muestra tantas historias que es normal que algunos detalles se pierdan. Este parto se da en México, aunque no me consta que sea frecuente en ese país, puede que sea simplemente una opción más que sin ser mayoritaria o representativa de la realidad del parto en un país concreto, merecía estar reflejada en El primer grito.


También es posible que el detalle exista y me lo haya perdido, de esta última o de todas las historias que aparecen en el primer grito. Por eso os invito y os animo a verlo ya dejaros asombrar por todas las realidades mundiales que rodean al parto. Al final de todo me queda como reflexión final el que, independientemente de la circunstancia, del transcurso del proceso, o del resultado, el parto es una realidad Femenina con mayúsculas, y en momento de tal relevancia en la vida de cualquier mujer (de aquí o de allá) que el trabajo para recuperar nuestro poder y control sobre él es una necesidad imperiosa. Debemos poder decidir, contar con información, utilizar las herramientas a nuestra disposición, huir de la superstición y del dogma, e intentar caminar en la lucha por un parto y una maternidad libres, seguros y felices en cualquier lugar del mundo.